domingo, 27 de septiembre de 2009

Entrevista


Un libro que nació de una tesis de grado
"YA NO EXISTE EL ESPÍRITU FRENTERO DE FIDEL"


“Sigo siendo influido por sus pensamientos y por sus cosas: era un hombre recto, honrado, trabajador, en realidad una personalidad muy bonita. Es muy difícil decir que una personalidad como la de Fidel Cano no influye”

Esteban Duperly. Foto Rosa Pérez.

A sus 29 años de edad e influido por las editoriales y el pensamiento de Fidel Cano, Esteban Duperly Posada, egresado de la facultad de Comunicación Social de la UPB nos presenta en su libro “Fidel Cano un hombre de su tiempo” una versión de la vida del periodista que ha trascendido en la historia. El libro que es una versión de su trabajo de grado mereció ser publicado por su gran contenido de investigación y estilo con el que está escrito.

Fue soldado, mensajero y vendedor de libros, ahora trabaja en su estudio de comunicación visual y diseño, en donde se encarga principalmente de hacer desarrollo de imagen corporativa, diseños de sitios Web y animación digital para televisión. Y no es que no le guste el periodismo solo que afirma que hacer periodismo no es nada fácil y mucho menos cuando siguen existiendo medios de comunicación al servicio de grupos económicos, “yo haría periodismo a mi manera, me gusta más un periodismo de tipo literario de tipo crónica y el periodismo de opinión”, dice.

¿Qué le aportó a usted como estudiante de Comunicación Social escribir el libro?Me creó un método de investigación muy concienzudo y del que me di cuenta que era muy efectivo, llevándome a partes donde usualmente los comunicadores no van. Me creó una disciplina de trabajo y de escritura muy rígida que yo mismo me la impuse y me dio unas bases para discernir en qué información es válida y que no es valida, qué fuentes son válidas y qué fuentes no lo son y básicamente me creó un sistema de investigación, que aunque en mi vida laboral no trabaje en algo que tenga que ver con investigación o escritura, lo sigo aplicando en el método de trabajo.

¿El libro es más histórico, más literario o más periodístico?
El libro es eminentemente histórico con ciertas licencias literarias que me permití o que me permitía la historia periodística y que yo también quise hacer porque me parece que es importante que un libro además de contar cosas entretenga. En cuanto a lo literal, utilicé las metáforas y la adjetivación apropiada para hacer la lectura más agradable. Y es también periodístico porque trata la historia de un periodista muy ilustre y se mete con editoriales de prensa con la historia de los periódicos en Antioquia y en Colombia. Tiene los tres elementos, pero yo considero que es un libro histórico.

¿Cuál fue la etapa más difícil para escribir el libro?
La etapa más difícil fue aprender a investigar, tener el olfato de saber en donde iba a encontrar la información, por ejemplo, el primer dato que fui a buscar apareció meses después, tuve muchas frustraciones al principio por la investigación, porque no encontraba lo datos que necesitaba, me sentía armando un rompecabezas del que no encontraba las fichas fundamentales para seguir la investigación. De rebote hallaba muchas también y luego cuando localicé esas fichas principales vi que era un engranaje que se había armado. Al principio pensé que estaba perdiendo tiempo y trabajo, luego cuando las acerté me di cuenta que el trabajo anterior no lo había perdido, que todo se complementaba y me encontré con una cantidad de información casi abrumadora.

¿Qué metodología utilizó?Investiga tres semanas y redactaba una. Trabajaba desde las siete de la mañana hasta las cuatro y media de la tarde. Investigaba por la mañana porque era el tiempo en que estaba más despejado, y cuando llegaba a la casa redactaba alguna información. Solo descansaba los domingos. Cuando me senté a escribir ya tenía párrafos listos y era sino cortarlos y pegarlos, había entonces mucho material que ya estaba listo o muy listo y eso me facilitó la escritura de 300 páginas en muy poquito tiempo.
El libro que salió es la parte final de la tesis. En el ejército, en el colegio y en la Universidad siempre había alguien que me estaba diciendo lo que tenía que hacer, aquí era yo el que me tenía que censurar, era yo el que tenía que tomar decisiones y lo hice de una manera muy consciente, porque me gustaba.

¿Cree que hay alguien en el país que este haciendo el mismo periodismo de Fidel Cano?No definitivamente no, pues por dos cosas, lo primero es por un asunto de estilo y este ya no es el siglo XIX, estamos en el siglo XXI, y porque ya no existe ese espíritu frentero y combativo como el de Fidel, hay ciertos matices en ciertos periodistas pero no es una línea y aunque el Espectador de ahora, que considero que es un periódico bueno y tiene cierta línea de oposición al gobierno no creo que sea el Espectador de Fidel Cano, también porque los tiempos han cambiado y ya el país no es tan politizado y eso es bueno en cierta medida pero si considero que le haría falta a ciertos periodistas adquirir una posición más estilo Fidel Cano para ponerlo en términos de lo que estamos hablando.

¿El periodismo de Fidel Cano tiene vigencia?
Sí. Primero habría que buscar una forma de hacerlo, por lo que digo esto ya no es el siglo XIX ya no puedes sentarte a escribir como Fidel Cano ni tener un periódico como el de Fidel pero eso se traduce en valores en cierta actitud combativa en muchas cosas y yo creo que siguen siendo vigentes y que serán vigentes aquí o en esta época o en el año 3000 .Considero que hay gente que en cierta medida retoma ciertos aspectos de él.

¿Cuál fue la gran lección que le dejó Fidel a los periodistas?
La perseverancia, porque si uno mira la historia del Espectador, en sus inicios, 15 años después de haberse formado, apenas alcanzaba el número 1.000, teniendo presente que el periódico estuvo cerrado más tiempo del que estuvo en circulación y había estado circulando siempre a contra corriente, era el contra peso de un asunto político que se llamaba la Regeneración y que no era muy fácil de combatir , eso hacía que el periódico fuera muy combatido y creo que es uno de los grandes recuerdos que debe tener todos los periodistas el Espectador como un periódico muy combatido. Por otro lado la integridad, moral y la honestidad que eran características muy grandes de Fidel Cano y por siguiente del Espectador de la época, todo esto unido a un gran estilo al escribir. Creo que ningún periodista puede desconocer esto.

¿Por qué cree que se debe leer el libro?Porque lo considero entretenido, además de tener una buena carga histórica, explicada en un modo que intenté hacer muy pedagógico. La persona que lea el libro es capaz de entender lo que sucedió en Colombia entre 1850 y 1920. El libro contextualiza muchas cosas del país y de Antioquia. Allí se puede encontrar también unos juicios morales y unos juicios de opinión que considero ahora le hacen mucha falta al país.

¿Por qué piensa que el libro debería estar en todas las salas de redacción de las universidades?
Al ser Fidel Cano un pionero del periodismo en Colombia uno tiene la obligación de conocer quien fue el primero en hacer las cosas que uno está haciendo. Es un asunto de disciplina profesional.

¿Considera importante que las universidades tengan la tesis o proyecto de grado?Me parece importante cerrar la carrera con broche de oro. La tesis es la oportunidad que tiene uno para poder hacer lo que le gusta, encontrar un tema que y explorarlo a fondo. Es primordial que las facultades tengan tesis de grado al finalizar la carrera porque de algún modo uno puede mostrar ciertas competencias que adquirió durante ésta. Además es un regalo que uno se da es gratificante poder desarrollar un tema, investigarlo afondo y enriquecerse con el.
Me preocupa mucho que algunas facultades no tengan trabajo de grado y sé que lo hacen por un asunto práctico que no se puede desconocer, pero de lo que tampoco desconozco es que la investigación sea cual sea la profesión lo hace a uno mejor profesional y el trabajo de grado es la oportunidad para que uno se de la pela investigando y al no existir pienso que se está perdiendo algo muy fundamental en la educación.

Perfil

MARÍA ADELAIDA MEJÍA


Por
Rosa  Pérez Rivas

Adelaida Mejía tiene 28 años de edad, nació en Medellín en la clínica Soma el 20 de junio de1981 y creció en una familia de artistas: hija del escritor colombiano Manuel Mejía Vallejo y de la pintora Dora Luz Echeverría Ramírez, nieta de la pintora y bailarina Dora Ramírez. Estudió en los colegios el Triángulo de Rionegro, viajó seis meses para Estados Unidos a estudiar inglés y a terminar el último semestre del colegio.

Culminó sus estudios universitarios el 15 de diciembre de 2006 como Comunicadora Social de la Universidad de Antioquia.

“Como yo me puedo expresar mejor es a través del arte”
Entró a la Universidad de Antioquia cuando tenía 18 años a estudiar Periodismo con la intención de retirarse después del primer o segundo semestre. Lo de ella era el baile, el canto y la actuación, “mi mamá dice que yo nací bailando y cantando, que de niña era lo más afinado del mundo y que nunca faltaba a las presentaciones de cumbia guabina y joropo que realizaba el colegio”, afirma Adelaida con un tono alegre,     “ como yo me puedo expresar mejor es a través del arte”, dice.

Es una mujer espontánea, inteligente, amable que ama los animales. Creció en medio de perros, caballos, vacas y gallinas, en Ziruma, la finca que era de su padre y a la que suelen asistir los fines de semana con toda su familia.

Es la segunda de 4 hijos del matrimonio que terminó cuando ella tenía 9 años.  Sus padres separados hicieron un acuerdo: los lunes, los martes y los miércoles en las mañanas se quedaban con su papá y por las tardes después del colegio con la mamá.

“Yo estoy y seguiré estando orgullosa de ser la hija de Manuel Mejía Vallejo”
Soñadora, de destalles y sencilla es la admiradora número uno de su papá. Recuerda y afirma que nunca podrá olvidar las palabras mágicas que la despertaban cada mañana, antes de asistir al colegio:
'Levántate dosminusdeis de los brazos de protestantes que ahí viene matarratones con alumbrancia en las manos' "No sé de donde sacó eso", dice. 

El apartamento al que iba Adelaida, su hermana María José y su hermano Pablo Mateo, cuando se quedaban con su papá estaba ubicado en Perú con el Palo y la Avenida Oriental. Allí,  Vallejo mantenía una cajita donde guardaba la Coca-Cola light que complementaba con el ron, su bebida preferida. También mantenía arroz crudo que le daba a sus hijos para que le tiraran a los pájaros y a las tórtolas que llegaban al apartamento.

“No me encuentro en el periodismo, me encuentro más bailando y cantando”
Adelaida baila desde los trece años y es una apasionada del tango y del canto. Asiste a clases de ballet contemporáneo y baila de lunes a sábado. Ensaya con el grupo Aire de Tango, nombre inspirado en una novela de su papá.

También creó junto a su familia una fundación llamada Manuel Mejía Vallejo, proyecto que busca que la memoria de su padre perdure. Esto aludiendo a una frase de Mejía Vallejo que dice que 'uno se muere cuando lo olvidan'. Con la fundación se quieren mantener vivos los valores del escritor y rescatar la labor que emprendió al apoyar nuevos talentos.

Adelaida heredó de su padre el carisma y el poder de la palabra, y de su abuela la pasión por el tango.
De ojos expresivos, cabello negro, de bufanda, tenis, jeans, sencilla, descomplicada es una mujeres que disfruta de detalles pequeños y de la compañía de las personas que ama. 

“Yo vivo y vibro con el calor, la brisa, la playa, soy la mujer más feliz al lado del mar”Le encanta el mar y es el lugar que más frecuenta cuando lo puede hacer. Todavía recuerda con entusiasmo cuando estaba cumpliendo  siete años, se encontraba con su papá, su mamá y sus hermanos en la costa. Menciona que fue uno de los días más felices de su vida porque la torta fue un pequeña torta con una flor en la mitad y el regalo una pelota.

“Trato de no hacerle mucho caso a la parte racional, me muevo por el amor, es que a mí el amor me mueve para todos los lados”Le gusta viajar y aunque tuvo la oportunidad de irse para Cuba y de ingresar a ISA (Instituto Superior de Artes) para estudiar cinematografía y actuación, no lo hizo porque en esa época se enamoró y decidió quedarse.

“Se me apareció un hombre llamado Andrés Muñoz, y no me fui porque me sentía feliz, duramos un año y medio y viajamos a Europa, con él compartí momentos muy felices en Paris, además apareció cuando estaba pasando por una crisis existencial. Trato de no hacerle mucho caso a la parte racional, me muevo por el amor, por lo que siento, es que el amor a mí me mueve para todos los lados".

Va a cine y lo hace frecuentemente con su novio Mateo con el que lleva compartiendo un año y tres mese de noviazgo. “Andrés y Mateo han sido hombres importantes en mi vida".

Aunque no ha leído todas las obras de su padre, reconoce que en ella hay mucho de él. Pues el arte, al igual que el tango, lo lleva por las venas.

Informe


Perdonar es lo que le permite a Rubiela recordar a su hijo con amor

Un barrio afectado por el conflicto urbano
DEL ODIO AL PERDÓN

Por
Rosa María Pérez Rivas
Rubiela fijó su mirada en la fotografía, pensó por un instante y sin escatimar palabra alguna dijo: “el día que lo mataron lo desperté a las 9: 30 a.m. para que desayunara; se levantó, se bañó y se puso una sudadera y una camiseta… no sabía que esos eran los últimos momentos que compartiríamos juntos”.

La felicidad invadió a Rubiela Montoya de Jaramillo el 23 de abril de 1994 cuando Arbey, su hijo, llegó de licencia del ejército para compartir unos días en casa con su familia. Felicidad que se esfumó desde el momento en que los milicianos de Santo Domingo Savio vieron en el joven de 23 años una amenaza.
Arbey de Jesús Montoya Jaramillo fue una de las 630 víctimas que sufrió los estragos de la violencia en Santo Domingo Savio durante la década de los 90, en la que se vivieron fuertes enfrentamientos entre las Farc, el ELN, las bandas del narcotráfico y el Bloque de las Autodefensas.

Esta guerra marcó la vida de muchos habitantes y fue determinante con los que no están para contarla. A Doña Rubiela le enseñó a perdonar a los hombres que hasta ahora fueron los causantes de su dolor más grande.

Una noticia inesperada

Durante la estadía de su hijo en casa Doña Rubiela no tuvo tranquilidad. Ella tenía una cafetería cerca de dónde ahora es la estación y los milicianos iban allí a desayunar con frecuencia. Recuerda a John Freddy, alias Carcajadas y a alias Gregorio. Ella estaba acostumbrada a verlos, sabía que la conocían y también a sus hijos. Siempre los consideró sus amigos aunque esos días sintió mucho miedo cuando los veía.

El temor que sentía Doña Rubiela no era en vano. El sábado a la 12: 30 del día cuando ella esperaba ansiosamente a su hijo con un almuerzo especial que había preparado para él, recibió una llamada en la que le informaban que a su hijo Arbey lo habían asesinado.

“Corrí desesperada acompañada por mi yerno a la Esperanza, pensé que de allí provenían los disparos, en el camino me encontré con Alias Gregorio y Carcajadas, desesperada les pregunté si era verdad que le habían disparado a mi hijo, pero aún no sabía que ellos eran los asesinos. Ahora que lo sé recuerdo que cuando los vi ni siquiera me miraron a los ojos y cuando los llamé, me sorprendí porque lo único que dijeron fue ‘cuál, cuál ábrase’, también recuerdo que se venían guardando las armas”, dice Doña Rubiela, “era tanta mi angustia en ese momento que nunca me imaginé que ellos vinieran de matar a mi hijo”, termina.

Aprendiendo a perdonar

En Santo Domingo se inició un proyecto liderado por la Parroquia para trabajar con la comunidad el asunto del perdón. Se crearon espacios de encuentros en los que la gente se presentaba, decía el alias y el frente para el que había operado. El sacerdote Julián Darío Gómez Mejía, que trabajó cuatro años en la comunidad recuerda un caso especial en que una señora se le acercó y le dijo: -Padre vea, esa fue la que mató a mi hijo, él le respondió, bueno conózcala, pero ella le dijo, -Padre yo no soy capaz de perdonarla, yo no quiero volver.

Y aunque algunos se mostraban resistentes al perdón había otros como el caso de la señora Rubiela que a pesar de los días de insomnio, enfermedad y tristeza que vivió después del asesinato de su hijo entendió que perdonar de corazón era la mejor medicina para el alma.

En diciembre de ese mismo año asesinaron a Alias Gregorio y a Carcajadas lo detuvieron. Este último que se encontró con una amiga de Doña Rubiela en la cárcel le imploró que le dijera a ella que la necesitaba para hablar.

“Un sábado me levanté contenta aunque estaba muy enferma y dije: hoy Dios me vas a dar la fuerza y la oportunidad de ir a visitar a ese muchacho y así fue. Cuando llegué al patio donde él estaba y lo vi él se escondió, ese día no cruzamos ninguna palabra. Esa semana seguí muy enferma con una fiebre bastante alta, habían pasado ocho días y volví a la cárcel, cuando me vio por primera vez me miró a los ojos y me dijo: -cucha, yo sé usted a qué viene, ¿cierto que usted quiere saber por qué le dimos bala a su hijo? A mi me obligaron, yo no quería, además nosotros estudiamos juntos y yo más que nadie sabía que Arbey no le debía nada a nadie”, le dijo.

A partir de ese día Doña Rubiela visitó a Alias Carcajadas, le llevaba dulces, cigarrillos y en una ocasión preparó un almuerzo especial, ella dice “lo hice con todo el amor, como si fuera para mi hijo, a ese joven se le notaba en realidad el arrepentimiento”.

“La última vez que lo visité cruzamos algunas palabras, le dije: te quedas con mi perdón y él me dio la mano, la misma con la que empuñó el gatillo para dispararle a mi hijo, quédate con mi perdón, le repetí, porque a mi hijo Dios lo perdonó y te va a perdonar este crimen que cometiste conmigo, él se arrodilló y yo le di un beso en la frente”.


jueves, 24 de septiembre de 2009

Informe




En Medellín se crearon varias instituciones para tratar a quienes padecían algún trastorno mental, preferiblemente en lugares ubicados en las afueras de la ciudad, como en el momento fue el llamado Manicomio de Aranjuez. Hoy el Hospital Mental de Antioquia es la entidad del Estado responsable de atender a los enfermos de todo el departamento.

DE LOCO A ENFERMO MENTAL
Por
Rosa María Pérez Rivas


En Medellín se vio la necesidad de construir un lugar para albergar a los locos en el año 1875, cuando Recaredo Villa, presidente del Estado de Antioquia, inició una colecta con las personas más adineradas de la ciudad para fundar una casa de alienados. El proyecto se vio frustrado debido a que el dinero recaudado se utilizó en la guerra civil que inició en 1876 y en una plaga de langostas que azotó al departamento.

Tres años después en 1878 la Corporación Municipal del Distrito de Medellín, fundó el Hospital para Locos, con pabellones para hombres y para mujeres. Los primeros habitantes del hospital fueron los locos recluidos en las cárceles, junto con otros que se encontraban en las calles. “Esto demostró la necesidad de separar al loco del criminal para situarlo en un espacio propio”, dice Adolfo León González Médico, Profesor e Investigador de la Universidad de Antioquia.

La primer sede del hospital – que también era conocido como “Casa de Locos-, estuvo ubicada en la “Barranca del Convento”, entre las actuales carreras Palacé y Junín.
En el año 1888 se creó de nuevo una institución para locos “Manicomio de Antioquia”, que ya no albergaría sólo a locos de la ciudad, sino de todo el departamento. Sus instalaciones estaban ubicadas en lo que hoy conocemos como el Palacio de Bellas Artes. Allí a los enajenados se les proporcionaba sólo alimento y vestido, sin el beneficio de la locura completamente curable.

En vista de mejorar las condiciones deplorables en las que se encontraban los enfermos, en el año 1892 se realizó el traslado de los enajenados para una nueva sede ubicada en el Alto de Bermejal –lugar donde hoy queda un edificio de Comfama- a donde llegaron inicialmente 39 locos, siendo el más famoso Epifanio Mejía, poeta y autor del himno antioqueño y quien duró 35 años recluido en el hospital.

En Aranjuez funcionó por varias décadas el Manicomio Departamental. Era común ver por sus corredores, a cientos de hombres y mujeres, quienes eran sometidos a diversas terapias.
Aparecen las terapias

Sólo hasta 1930, en el hospital de Bermejal aparecen terapias, que favorecieron poco el tratamiento de los enfermos: “al paciente le inyectaban sustancias aceitosas como la trementina para producirles abscesos (una colección de pus gigante en el cuerpo) esto hacía que el paciente entrara en un estado de ‘parálisis corporal’ facilitando así ser sujetado y controlado por los médicos del hospital”, dice Adolfo León González quien recuerda además que en el hospital se usaba la camisa de fuerza y los llamados baños fríos en los que se acostaba al paciente por grandes períodos de tiempo.

Según el investigador muchos de esos pacientes no sólo tenían problemas en el comportamiento, sino que presentaban enfermedades de tipo orgánico como tumores cerebrales, procesos infecciosos crónicos o quistes que se manifestaban parecidos a los trastornos. “Un tumor cerebral puede empezar con trastornos en el comportamiento, la persona se vuelve inquieta y pierde recuerdos importantes de su memoria, además de presentar cuadros de convulsión, muchos médicos creían que estos pacientes eran enfermos mentales y por ésta razón éstos morían en siendo tratados como tal”.

En el año 1949 la enfermedad mental empezó a tener una intervención quirúrgica. El doctor neurocirujano formado en la Universidad de Michigan, Estados Unidos, y primer director del Hospital Mental de Antioquia, Luis Carlos Posada, sometió a un grupo de pacientes a una intervención quirúrgica. Al paciente se le practicó una craneotomía y se le abrió la parte frontal de la cabeza. Los resultados fueron desastrosos porque muchos pacientes quedaron en estados lamentables de salud.

Después de los años 40 los diarios hicieron evidente su enorme preocupación por el hacinamiento que se estaba presentando en el Manicomio Departamental, que para esa época contaba con aproximadamente 968 alienados quienes se veían obligados a convivir en pésimas condiciones.
El edificio de Bermejal comenzó a quedar estrecho para la ciudad y ante esta situación Carlos Obando, director en ese tiempo del Manicomio, solicitó una ampliación digna de éste.
Después de muchas gestiones y años de espera el proyecto de construir un nuevo Manicomio Departamental se hizo realidad. En 1958 fue inaugurado el Hospital Mental de Bello, trasladando a los pacientes de la antigua sede en Bermejal a la nueva, ubicada en Bello.

Actualmente el Hospital Mental de Antioquia (HOMO) es una empresa social del Estado. Cuenta con 200 camas para hospitalización y cubre la crisis psiquiátrica de los pacientes, devolviéndolos a su vida familiar, social y laboral. Lo que no sucedía anteriormente, pues un enfermo mental pasaba toda su vida internado y sólo al morir salía del Hospital.

Según Liliana González, comunicadora del HOMO el año pasado, el Hospital atendió 29 mil 438 consultas externas, 7 mil 470 urgencias y 3 mil 930 pacientes estuvieron hospitalizados, “hemos reducido las camas, pero hemos aumentado la capacidad de atención al paciente”, dice.
Hoy ya no se habla de loco, sino de enfermo mental. Sin embargo, la sociedad actual se encarga –de una manera muy sutil- de rechazar a quien exprese que padece alguna enfermedad relacionada con la salud mental. No es lo mismo que alguien diga que irá donde el cardiólogo, a decir que tiene una cita con el psiquiatra. De inmediato se piensa: “este tipo está loco”.

La palabra Manicomio quiere decir:

Mani: manía
Comio: estructura física donde se guardaba a los enfermos.
El concepto de enfermo mental surge a partir de 1949- 1950 cuando llegó de Michigan, el profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, Pedro Pablo Pérez Upegui, e introduce los conceptos de Enfermedad Mental que igual a las demás enfermedades presentes en la historia tendría una explicación en su origen, en su comportamiento, en su evolución, pronóstico y tratamiento.