MARÍA ADELAIDA MEJÍA
Por
Rosa Pérez Rivas
Adelaida Mejía tiene 28 años de edad, nació en Medellín en la clínica Soma el 20 de junio de1981 y creció en una familia de artistas: hija del escritor colombiano Manuel Mejía Vallejo y de la pintora Dora Luz Echeverría Ramírez, nieta de la pintora y bailarina Dora Ramírez. Estudió en los colegios el Triángulo de Rionegro, viajó seis meses para Estados Unidos a estudiar inglés y a terminar el último semestre del colegio.
Culminó sus estudios universitarios el 15 de diciembre de 2006 como Comunicadora Social de la Universidad de Antioquia.
“Como yo me puedo expresar mejor es a través del arte”
Entró a la Universidad de Antioquia cuando tenía 18 años a estudiar Periodismo con la intención de retirarse después del primer o segundo semestre. Lo de ella era el baile, el canto y la actuación, “mi mamá dice que yo nací bailando y cantando, que de niña era lo más afinado del mundo y que nunca faltaba a las presentaciones de cumbia guabina y joropo que realizaba el colegio”, afirma Adelaida con un tono alegre, “ como yo me puedo expresar mejor es a través del arte”, dice.
Es una mujer espontánea, inteligente, amable que ama los animales. Creció en medio de perros, caballos, vacas y gallinas, en Ziruma, la finca que era de su padre y a la que suelen asistir los fines de semana con toda su familia.
Es la segunda de 4 hijos del matrimonio que terminó cuando ella tenía 9 años. Sus padres separados hicieron un acuerdo: los lunes, los martes y los miércoles en las mañanas se quedaban con su papá y por las tardes después del colegio con la mamá.
“Yo estoy y seguiré estando orgullosa de ser la hija de Manuel Mejía Vallejo”
Soñadora, de destalles y sencilla es la admiradora número uno de su papá. Recuerda y afirma que nunca podrá olvidar las palabras mágicas que la despertaban cada mañana, antes de asistir al colegio:
'Levántate dosminusdeis de los brazos de protestantes que ahí viene matarratones con alumbrancia en las manos' "No sé de donde sacó eso", dice.
El apartamento al que iba Adelaida, su hermana María José y su hermano Pablo Mateo, cuando se quedaban con su papá estaba ubicado en Perú con el Palo y la Avenida Oriental. Allí, Vallejo mantenía una cajita donde guardaba la Coca-Cola light que complementaba con el ron, su bebida preferida. También mantenía arroz crudo que le daba a sus hijos para que le tiraran a los pájaros y a las tórtolas que llegaban al apartamento.
“No me encuentro en el periodismo, me encuentro más bailando y cantando”
Adelaida baila desde los trece años y es una apasionada del tango y del canto. Asiste a clases de ballet contemporáneo y baila de lunes a sábado. Ensaya con el grupo Aire de Tango, nombre inspirado en una novela de su papá.
También creó junto a su familia una fundación llamada Manuel Mejía Vallejo, proyecto que busca que la memoria de su padre perdure. Esto aludiendo a una frase de Mejía Vallejo que dice que 'uno se muere cuando lo olvidan'. Con la fundación se quieren mantener vivos los valores del escritor y rescatar la labor que emprendió al apoyar nuevos talentos.
Adelaida heredó de su padre el carisma y el poder de la palabra, y de su abuela la pasión por el tango.
De ojos expresivos, cabello negro, de bufanda, tenis, jeans, sencilla, descomplicada es una mujeres que disfruta de detalles pequeños y de la compañía de las personas que ama.
“Yo vivo y vibro con el calor, la brisa, la playa, soy la mujer más feliz al lado del mar”Le encanta el mar y es el lugar que más frecuenta cuando lo puede hacer. Todavía recuerda con entusiasmo cuando estaba cumpliendo siete años, se encontraba con su papá, su mamá y sus hermanos en la costa. Menciona que fue uno de los días más felices de su vida porque la torta fue un pequeña torta con una flor en la mitad y el regalo una pelota.
“Trato de no hacerle mucho caso a la parte racional, me muevo por el amor, es que a mí el amor me mueve para todos los lados”Le gusta viajar y aunque tuvo la oportunidad de irse para Cuba y de ingresar a ISA (Instituto Superior de Artes) para estudiar cinematografía y actuación, no lo hizo porque en esa época se enamoró y decidió quedarse.
“Se me apareció un hombre llamado Andrés Muñoz, y no me fui porque me sentía feliz, duramos un año y medio y viajamos a Europa, con él compartí momentos muy felices en Paris, además apareció cuando estaba pasando por una crisis existencial. Trato de no hacerle mucho caso a la parte racional, me muevo por el amor, por lo que siento, es que el amor a mí me mueve para todos los lados".
Va a cine y lo hace frecuentemente con su novio Mateo con el que lleva compartiendo un año y tres mese de noviazgo. “Andrés y Mateo han sido hombres importantes en mi vida".
Aunque no ha leído todas las obras de su padre, reconoce que en ella hay mucho de él. Pues el arte, al igual que el tango, lo lleva por las venas.
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