domingo, 27 de septiembre de 2009

Informe


Perdonar es lo que le permite a Rubiela recordar a su hijo con amor

Un barrio afectado por el conflicto urbano
DEL ODIO AL PERDÓN

Por
Rosa María Pérez Rivas
Rubiela fijó su mirada en la fotografía, pensó por un instante y sin escatimar palabra alguna dijo: “el día que lo mataron lo desperté a las 9: 30 a.m. para que desayunara; se levantó, se bañó y se puso una sudadera y una camiseta… no sabía que esos eran los últimos momentos que compartiríamos juntos”.

La felicidad invadió a Rubiela Montoya de Jaramillo el 23 de abril de 1994 cuando Arbey, su hijo, llegó de licencia del ejército para compartir unos días en casa con su familia. Felicidad que se esfumó desde el momento en que los milicianos de Santo Domingo Savio vieron en el joven de 23 años una amenaza.
Arbey de Jesús Montoya Jaramillo fue una de las 630 víctimas que sufrió los estragos de la violencia en Santo Domingo Savio durante la década de los 90, en la que se vivieron fuertes enfrentamientos entre las Farc, el ELN, las bandas del narcotráfico y el Bloque de las Autodefensas.

Esta guerra marcó la vida de muchos habitantes y fue determinante con los que no están para contarla. A Doña Rubiela le enseñó a perdonar a los hombres que hasta ahora fueron los causantes de su dolor más grande.

Una noticia inesperada

Durante la estadía de su hijo en casa Doña Rubiela no tuvo tranquilidad. Ella tenía una cafetería cerca de dónde ahora es la estación y los milicianos iban allí a desayunar con frecuencia. Recuerda a John Freddy, alias Carcajadas y a alias Gregorio. Ella estaba acostumbrada a verlos, sabía que la conocían y también a sus hijos. Siempre los consideró sus amigos aunque esos días sintió mucho miedo cuando los veía.

El temor que sentía Doña Rubiela no era en vano. El sábado a la 12: 30 del día cuando ella esperaba ansiosamente a su hijo con un almuerzo especial que había preparado para él, recibió una llamada en la que le informaban que a su hijo Arbey lo habían asesinado.

“Corrí desesperada acompañada por mi yerno a la Esperanza, pensé que de allí provenían los disparos, en el camino me encontré con Alias Gregorio y Carcajadas, desesperada les pregunté si era verdad que le habían disparado a mi hijo, pero aún no sabía que ellos eran los asesinos. Ahora que lo sé recuerdo que cuando los vi ni siquiera me miraron a los ojos y cuando los llamé, me sorprendí porque lo único que dijeron fue ‘cuál, cuál ábrase’, también recuerdo que se venían guardando las armas”, dice Doña Rubiela, “era tanta mi angustia en ese momento que nunca me imaginé que ellos vinieran de matar a mi hijo”, termina.

Aprendiendo a perdonar

En Santo Domingo se inició un proyecto liderado por la Parroquia para trabajar con la comunidad el asunto del perdón. Se crearon espacios de encuentros en los que la gente se presentaba, decía el alias y el frente para el que había operado. El sacerdote Julián Darío Gómez Mejía, que trabajó cuatro años en la comunidad recuerda un caso especial en que una señora se le acercó y le dijo: -Padre vea, esa fue la que mató a mi hijo, él le respondió, bueno conózcala, pero ella le dijo, -Padre yo no soy capaz de perdonarla, yo no quiero volver.

Y aunque algunos se mostraban resistentes al perdón había otros como el caso de la señora Rubiela que a pesar de los días de insomnio, enfermedad y tristeza que vivió después del asesinato de su hijo entendió que perdonar de corazón era la mejor medicina para el alma.

En diciembre de ese mismo año asesinaron a Alias Gregorio y a Carcajadas lo detuvieron. Este último que se encontró con una amiga de Doña Rubiela en la cárcel le imploró que le dijera a ella que la necesitaba para hablar.

“Un sábado me levanté contenta aunque estaba muy enferma y dije: hoy Dios me vas a dar la fuerza y la oportunidad de ir a visitar a ese muchacho y así fue. Cuando llegué al patio donde él estaba y lo vi él se escondió, ese día no cruzamos ninguna palabra. Esa semana seguí muy enferma con una fiebre bastante alta, habían pasado ocho días y volví a la cárcel, cuando me vio por primera vez me miró a los ojos y me dijo: -cucha, yo sé usted a qué viene, ¿cierto que usted quiere saber por qué le dimos bala a su hijo? A mi me obligaron, yo no quería, además nosotros estudiamos juntos y yo más que nadie sabía que Arbey no le debía nada a nadie”, le dijo.

A partir de ese día Doña Rubiela visitó a Alias Carcajadas, le llevaba dulces, cigarrillos y en una ocasión preparó un almuerzo especial, ella dice “lo hice con todo el amor, como si fuera para mi hijo, a ese joven se le notaba en realidad el arrepentimiento”.

“La última vez que lo visité cruzamos algunas palabras, le dije: te quedas con mi perdón y él me dio la mano, la misma con la que empuñó el gatillo para dispararle a mi hijo, quédate con mi perdón, le repetí, porque a mi hijo Dios lo perdonó y te va a perdonar este crimen que cometiste conmigo, él se arrodilló y yo le di un beso en la frente”.


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