Una
sociedad que permite que los niños aguanten hambre los maltrata
Comer: costumbre de muchos, anhelo de otros
Rosa
María Pérez Rivas
rosampr77@yahoo.es
Las condiciones deplorables en las que
viven muchos niños en Colombia los hacen más vulnerables a la desnutrición.
“Creo que los niños que no comen se van a volver piedras”, dice
Laura Restrepo en su cuento Jan desnutrido. Andrea, por el contrario,
piensa que cuando deja de consumir alimentos puede llegar a convertirse en
fuego: “cuando no como y me acuesto con hambre siento que me quemo”, dice.
En el centro oriente de Medellín, comuna 8, barrio Enciso, en un
sector conocido como Coco Hondo, cerca del Parque Biblioteca La Ladera, se
encuentra la casa de la familia Ortiz G*.
Cuando se ingresa a esta vivienda la luz y la claridad del día
pierden su resplandor, sólo es posible observar una irradiación tenue que
ingresa por los agujeros del techo que ya han intentado cubrir con pedazos de
madera vieja, para evitar que por allí entre la lluvia, el frío y hasta el sol.
Al fondo de la vivienda hay una niña sentada, Andrea: es delgada, está retraída
y llora. Su cabello es negro y largo, parece de 12 años, pero en realidad tiene
15.
Este es uno de los rasgos que caracteriza a una persona con problemas
de desnutrición. La profesora de la U. de A. y coordinadora del grupo de
investigación en Alimentación y Nutrición Humana, Claudia Velásquez, afirma que
no comer de manera adecuada y estar en situación de hambre afecta el
crecimiento físico de los niños, por eso es posible ver niños más delgados y
más pequeños en relación con sus edades.
Lo anterior trae consecuencias graves en el desarrollo integral de
un individuo, como en el caso de Andrea: porque así como su parte externa no
creció todo lo que podía, menos sus órganos internos. Claudia Velásquez
explica, por ejemplo, que los músculos sin grasa pierden tamaño y fuerza, el
hígado no funciona con todo el potencial que debería tener y el corazón al no
tener la suficiente energía y proteína se queda pequeño.
El rebusque diario
Antes de levantarse, Patricia piensa qué les va a dar de comer a
sus hijos: Andrea, David y Jennifer. Esa es su preocupación permanente. A veces
cuenta con cinco mil pesos para comprar el desayuno, el almuerzo y la comida
del día, otros días “hay que aguantar”, dice.
Pero esto no es suficiente para unos niños que necesitan consumir
lácteos como mínimo tres veces en el día, dos porciones de carne, frutas,
verduras, harinas y grasas. La carencia de estos alimentos produce en ellos anemias,
desaliento, baja capacidad física y falta de concentración en el proceso de
aprendizaje.
Por eso, la nutricionista Claudia Velásquez llama la atención: “un
niño por ser bajito y no tener suficiente fuerza física no va a ser ni el gran
ingeniero, ni el gran profesional. Esas son las huellas que deja el hambre y la
desnutrición”.
La situación de esta familia no da para tanto aguante. Jennifer y
David salen al rebusque para saciar su hambre. La niña hace los mandados a sus
vecinos y ellos le dan quinientos o mil pesos. Con eso compra arepas para la
casa porque “para chocolate no alcanza”, dice.
Su hermano en cambio se va de la casa cuando no encuentra comida:
“David no aguanta, él se fue desde ayer del desespero. Tenía mucha hambre y yo
no tenía nada que darle, entonces me dijo que iría donde un amiguito para
rebuscársela y no ha llegado”, dice Patricia.
Estas son algunas de las manifestaciones de la violación a un
derecho fundamental de los niños: la alimentación. Para Claudia Velásquez es
una forma de maltrato: “El alimento no son sólo calorías. Alrededor del mismo
hay cariño, hay una estructura social. Un niño que tiene y pasa por etapas de
hambre y se acuesta a dormir temprano para no sentir el dolor, está siendo
maltratado, no por parte de los padres, sino por parte de una sociedad que
permite que esos niños tengan hambre”.
Condiciones inadecuadas
La casa es grande, pero está en malas condiciones. Las
habitaciones tienen humedades, es fría y oscura; el piso está desnivelado y las
baldosas quebradas. El agua se la pasan los vecinos y la luz la tienen
suspendida. En estas condiciones vive la familia Ortiz G.
Además de los problemas de hambre, una vivienda sin condiciones
dignas para vivir, puede afectar la salud de quienes la habitan. Para el doctor
Santiago Ospina Fonnegra las precarias condiciones son propicias para la
aparición de enfermedades en la piel, respiratorias y diarreicas; parasitosis y
anemias.
Sumado a lo anterior, el médico señala que “el 43% de nuestra
población vive en pobreza absoluta (un ingreso de menos de un dólar per
cápita diario), no cuentan con los servicios públicos básicos (...) y la
difícil consecución de los alimentos
adecuados para una dieta balanceada, hacen que los niños colombianos
sean más vulnerables a la desnutrición en alguna de sus manifestaciones como el
bajo peso, la talla baja y/o la desnutrición aguda que a su vez tiene
diferentes grados de gravedad”.
Esta es la situación de la familia Ortiz G., que hace parte
del 23.3% de los hogares de Medellín que aguantan hambre, según el Perfil
Alimentario elaborado por MANÁ y la Universidad de Antioquia en 2005. Sin
embargo, Patricia no vive esto como un dato estadístico, para ella el hambre es
la muerte: “porque una persona que no come no puede dormir, se desvela, no le
da sueño y eso es como estar muriendo”.
* De acuerdo con la Ley de la Infancia y
la Adolescencia se cambiaron los nombres de los protagonistas y los apellidos
de la familia.
Identificación
física
de un niño desnutrido
Un niño con
desnutrición puede presentar una o varias de las siguientes manifestaciones:
pelo seco y quebradizo que se cae con facilidad; su piel es seca, fría,
costrosa y arrugada; las uñas son quebradizas, sin brillo y crecen poco;
presenta disminución de la visión y sus ojos son hundidos; también presentan
mejillas deprimidas, enrojecimiento en mucosas y encías sangrantes. En general
se ve delgado, las costillas y columna demarcadas, el abdomen inflado y el
hígado crecido, las extremidades se ven hinchadas, por lo menos en el dorso de los
pies, además presenta signo del pantalón caído (sin musculatura en glúteos).
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